¡Hoy, un día tranquilo con buena energía!
El último paciente era de los antiguos y muy agradable. Tenía solo la revisión de los 6 meses y era un placer verlo, pero ese día vino muy apagado. Lo noté porque siempre llenaba la clínica de alegría. Nada más entrar me atreví a preguntarle qué le pasaba.
– Llevo casi un año buscando una buena secretaria y pensaba que la había encontrado, pero hoy la vi y…
– ¿Y? ¿Qué pasa?
– Ha superado todas las pruebas y habla 4 idiomas, pero hoy le hice la entrevista presencial y tiene la boca fatal, solo se le veía los dientes y me tuve que controlar…
Me quedé anonadada…
-Claro, tiene que ser una presencia agradable y no me sirve de nada que tenga habilidades si no puede sonreír.
Seguí sin decir nada y así acabamos la consulta, cambiando de tema. Se fue y a mí se me quedó un sabor amargo por no poder decir algo en ese momento para que mi paciente se sintiera mejor. Ni siquiera le pude dar la razón, no tenía palabras…
He visto muchísimas veces cambios de vida gracias al cambio de sonrisa, pero nunca he pensado en el efecto hacia los demás, mi paciente estaba triste al haber perdido la posibilidad de contratar una buena empleada.
Mi pregunta es: ¿Si él le hubiese propuesto de alguna manera ayudarla a solucionar el problema, hubiese conseguido una empleada leal y todavía más motivada? ¿O se hubiese quedado igual que ahora, teniendo que buscar de nuevo, porque de repente a ella el puesto se le hubiese quedado “pequeño”?
Sea cual sea la respuesta, quien más debe preocuparse de su sonrisa eres TÚ…
¡Déjanos ayudarte!